El lugar del proyecto se enfrenta con dos dinámicas diversas; por un lado al costado sur limita con una avenida de escala metropolitana y hacia el oriente con un gran parqueadero; por otro lado se encuentra con un parque y unas franjas de vivienda ya consolidadas. 

​

En este escenario nos interesa reforzar la importancia del parque como centro de la comunidad vinculado al colegio que se convierte en un lugar de encuentro. Para ello creamos una alameda continua que invita a rodear el parque para conectar con el portal de Transmilenio. 

​

Decidimos retomar la tipología de los edificios monásticos del medioevo y conformar un conjunto alrededor de un patio vinculado a un Edificio Público que puede abrirse a la comunidad a través de una Plaza, generando por medio de la arquitectura un recinto de actividad pública que pueda contener diversas actividades y dinámicas y ser activo entre semana y en fines de semana.

​

Creemos que la vida del colegio gira alrededor del patio, los corredores en esa medida deben ampliarse y diversificarse para generar distintos lugares de encuentro; nos imaginamos que este espacio debe ser transparente y con muy bellos jardines de flora nativa. 

​

El edificio cívico que remata el claustro debe tener la posibilidad de ser visitado de forma autónoma, y debe servir de acceso a las terrazas, que sirven como mirador de los cerros orientales y los cerros de Suba, poniendo en valor el paisaje donde está situado. En esa medida este edificio debe ser un hito dentro de su entorno, a la manera de las torres románicas. Un edificio que active procesos sociales y culturales y se convierta en un referente de la ciudad.